13/8/14

Pequeña historia del mate (IV de V)



Quedamos ayer con el uso de las calabazas para tomar la infusión del mate. Sus formas, suaves, rotundas y llenas, y el entre opacado y el brillante de su cubierta, fueron la primera cerámica de estos pueblos.


Se decoraban con alguna punta calentada previamente al fuego, lo que representa los primeros vestigios de lo que hoy denominamos “pirograbados”, además reprodujeron en aquel arte milenario de los guaraníes en el manejo de fibras vegetales decorando los mates con finos esterillados, cosa que luego nuestro gaucho hizo en finos tientos de cuero de potro. 


Cabe hacer aquí un breve comentario al trabajo que realizan nuestros hábiles “sogueros” sureros. Esta habilidad es una nueva demostración del origen marino de nuestros gauchos. Pasaron a un elemento de fácil acceso y gran abundancia como los cueros, tanto vacunos como yeguarizos, el trabajo de las sogas que se hacían con las de cáñamo en las cubiertas de los barcos, de allí el nombre de “sogueros”, nombre que no se condice con el elemento con que trabajan que es realidad, cuero y no soga. Cosa que no ocurre en otras provincias, como el caso del mesopotamia argentina que se los denomina “guasqueros”.


Pero sigamos con nuestra historia, ya los jesuitas habían intentado transformar la vieja costumbre indígena de tomar mate en las calabacines, sustituyéndolas por verdaderas tazas, para beberlo como té e iniciaron a los artesanos indios en la cerámica.


Pero en la zona del Plata otra fue la historia, del mismo modo que el esterillado de fibras vegetales fue reemplazado por los finos tientos de cuero de yeguarizo, se comenzaron a reemplazar, aunque no del todo, los mates de calabaza por otros materiales de más fácil acceso, como por ejemplo los mates de guampa o asta de vacuno.




Con respecto a la decoración, siempre con el uso del pirograbado, fue cambiando con las zonas de acuerdo con su idiosincrasia a los dibujos geométricos del Perú, pasamos en la zona del Paraguay a plantas, hojas, flores y animales locales, a la decoración dada en la provincia de Buenos Aires de escenas netamente camperas, ranchos, caballos, alguna escena de doma o pialada.

En las ciudades, y en poder de las familias de alto poder adquisitivo el mate toma otras características, tanto en sus formas como en el tipo de material de su construcción.
Para fines del siglo XVII y principios del XVIII, gran cantidad de plateros lusitanos (portugueses) recalan en el Plata, traídos por la iglesia, para la fabricación y/o reparación de los objetos de culto, cálices, patenas, copones, custodias, etc.
Estos artesanos apenas llegan a subsistir con los pedidos de la Iglesia y buscando nuevos rumbos o mercados, abren sus talleres a lo que se denominó “platería doméstica” con la fabricación de vajillas y otros elementos caseros y también a la llamada “platería gauchesca o criolla”, con los pedidos de gente acaudalada en la decoración de los aperos de sus caballos. De allí, no es extraño ver en un recado antiguo o algún elemento casero, decorado con angelitos, palomas de la paz y otros símbolos de la platería religiosa, dado el origen de estos artesanos.


De alguna manera esta intromisión cambia la forma del tradicional mate y comienzan a aparecer los mates que recuerdan a los cálices religiosos, con base, “patitas” y totalmente fabricados en plata.


Autor: Carlos Ernesto Pieske

 

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